El destino alienado

Otra vez, esperan que el pueblo concurra a defenderlos en la movilización de la semana que viene.
'Nuestro destino no es espantoso por irreal, es espantoso porque es irreversible y de hierro'.Jorge Luis Borges

El principal enemigo de los Kirchner no es ni el campo, ni los militares, ni la prensa. El principal enemigo de los Kirchner son los Kirchner. No es un juego de palabras. Tampoco es una ironía. Nadie ha hecho tanto en la Argentina por deteriorar su poder político como ellos mismos. Aman el poder y disfrutan de sus atributos; pero en los últimos meses, todas las decisiones que han tomado han provocado exactamente el efecto inverso.
En política, los errores no provienen de la casualidad. Cuando éstos se reiteran no queda otra alternativa que pensar que son la consecuencia lógica de una concepción equivocada. Puede que la ideología no explique la política, pero convengamos que las decisiones que se toman siempre responden a una visión del poder. En política, un diagnóstico acertado no necesariamente produce resultados favorables; pero un diagnóstico equivocado fatalmente conduce a malos resultados.
Los Kirchner siguen creyendo que al poder en la Argentina se lo construye alentando el conflicto. Suponen que el poder es algo así como un premio que lo gana quien derrota más enemigos. Motivos tienen para creer en lo que dicen. En Santa Cruz, la experiencia les dio muy buenos resultados. En la Argentina del 2003, también les fue bien. Hoy, ese estilo está agotado. El problema de los Kirchner es que no se han dado cuenta de que los tiempos han cambiado.
A todos los políticos les cuesta mucho hacer algo distinto a lo que están acostumbrados. Sólo los grandes pueden hacerlo. Ellos son los únicos que sobreviven a las crisis. Los demás son devorados por los cambios. Algo parecido les está ocurriendo a los Kirchner.
Hoy, hasta sus colaboradores más íntimos admiten en voz baja que están cometiendo torpezas imperdonables. Nadie se anima a decírselo porque temen el destino de su carrera política personal. Sin embargo, el error de los Kirchner no es la torpeza. Son políticos astutos, pragmáticos, maniobreros. Nadie puede suponer que sean ingenuos o idealistas. Sus equivocaciones no provienen de la falta de oficio, sino de concepciones equivocadas. El diagnóstico que ellos tienen de la realidad es falso y por lo tanto todo lo que hagan va a conducir a resultados indeseables para ellos y, por supuesto, para el país.
Vamos a los ejemplos. Hace una semana Lula declaró que Brasil está dispuesto a ser el granero del mundo. Lo dijo sin ponerse colorado y sin sentimiento de culpa. En la Argentina, semejante afirmación habría provocado un escándalo político. Recientes declaraciones oficialistas dijeron que lo peor que nos podía pasar a la Argentina era volver a ser el granero del mundo. Cualquier cosa nos podemos permitir, menos ese pecado mortal.
En Brasil, las palabras de Lula generaron apoyo. Las mismas palabras en nuestro país habrían provocado un resultado exactamente inverso. Para una parte importante del populismo criollo ser el granero del mundo es una calamidad. El concepto se asocia al régimen de la oligarquía terrateniente y a todos sus supuestos vicios. El rechazo es ideológico y emocional. Explicarles que cien años después ser el granero del mundo incluye otras condiciones sociales y económicos es tarea vana. El populismo se maneja con mitos y rechaza o desconfía de los argumentos de la razón. Demostrarles que cuando la Argentina fue el granero del mundo estuvo situada entre los siete u ocho países más desarrollados del planeta, también es un esfuerzo intelectual condenado a la derrota. Para los populistas, es más importante condenar al liberalismo a libro cerrado que reflexionar y admitir que puede haber otros relatos históricos y que los libros de Ernesto Palacio o José María Rosa no tienen por qué sustituir a la Biblia.
Los Kirchner no se manejan con libros, pero en más de un caso sin saberlo su concepción de lo real está condicionada por lecturas de segunda mano que resultan funcionales a una determinada concepción del poder. Los Kirchner no son Montoneros y mucho menos socialistas, pero han comprado algunos retazos de esos discursos, en parte porque creen en ellos y en parte porque les resulta útil a su manera de concebir el ejercicio del poder.
A su manera, el matrimonio gobernante es prisionero de su propio discurso manipulador. De una manera viscosa, ambos creen que efectivamente están luchando a brazo partido contra la oligarquía terrateniente.
Sus fantasías no tienen límites, ni siquiera los que impone el ridículo. Pregonan el enfrentamiento contra la Sociedad Rural y su adversario más enconado es la federación Agraria. Creen que pelean a brazo partido contra Anchorena y en los hechos su rival es Alfredo de Angeli. Suponen que el pueblo los acompaña en la calle y cada vez sus movilizaciones son más caras.
El próximo martes el ex presidente en ejercicio convoca a una movilización frente al Congreso. Su fantasía le dice que el pueblo asistirá a defenderlo. La realidad es muy probable que le demuestre lo contrario.
Como todos los autoritarios de la historia, los Kirchner aseguran que sus enemigos políticos son los enemigos de la Nación. La ideología populista les permite otorgarles a esos enemigos una dimensión moral; el enemigo debe ser un explotador. Quien cuestione los fundamentos de su poder se transforma en el enemigo de la Nación. El discurso permite varias operaciones: sugestionar al pueblo, movilizar en nombre de una buena causa a sus propios aliados y justificar el poder, porque hasta el poder más corrompido necesita de algún consuelo ideológico.
El problema de los Kirchner es que a su manera están convencidos de lo que hacen. Como el personaje de la película están decididos a morir con las botas puestas. El poder así concebido suele ser paranoico y trágico. La pareja está más cerca de Macbeth que de Perón. La señora presidente se esfuerza por imitar a Evita cuando habla en público, pero sus gestos y sus actos recuerdan a lady Macbeth.
El concepto de autoridad de los Kirchner sin duda tributa a la tradición peronista. Los que insisten en su filiación montonera exageran o no quieren hacerse cargo de que Montoneros fue un genuino producto cultural del peronismo. Kirchner es peronista como lo es Menem o Duhalde. Lo que sucede es que existen diferentes maneras de ser peronista. Menem responde a la tradición de las caudillos corruptos de las provincias pobres; Duhalde a los caudillos conservadores del Gran Buenos Aires; Kirchner mezcla la tradición del caudillo provincial con un discurso prestado de la tradición llamada nacional y popular. Todos a su manera son peronistas. Pero diría que Kirchner se remite en estos tiempos de crisis al Perón de los últimos meses de su segundo mandato. Recordemos que el Perón negociador, hábil, acuerdista y seductor de 1945 dio lugar luego al Perón exasperado, conflictivo, incendiario de 1955. El propio Perón admitió años después que se había equivocado, que no había sido una buena idea convocar a la multitud a que incendie iglesias y mate a los disidentes. Ese Perón sombrío, colérico, que asustó a los nacionalistas y a muchos de sus colaboradores internos, es el que hoy se refleja Kirchner en las condiciones históricas del 2008, claro que éstas, no son las de 1955.
Por lo tanto, las torpezas políticas de los Kirchner responden a algo mucho más serio que a un error político del que ningún dirigente está exento. De la crisis del campo, no salen porque su diagnóstico de la realidad los lleva a hundirse todos los días un poco más en ella. Y si por un azar de la vida, mañana pudieran salir de esta encerrona, pasado mañana se enredarían en otra igual o parecida. El destino de los Kirchner es trágico no porque se equivocan, sino porque están totalmente equivocados.

Rogelio Alaniz